Arriba y Abajo, de Oliver Jeffers es un tierno álbum ilustrado que muestra la amistad entre un niño y un pingüino, que se habían conocido ya en un libro anterior, Perdido y Encontrado.
Los amigos están siempre juntos pero en esta ocasión el pingüino siente que hay algo que debe hacer por si solo, sin la compañía de su amigo: volar. ¿Para qué tenía alas, si no es para volar?
Pero después de mucho probar, nada funciona.
Sin ideas y con todas las posibilidades en su contra, pensaron que era hora de pedir ayuda, por lo que la acudieron al Zoo.
De pronto, algo capta la atención del pingüino: un cartel anunciando que se buscan personas dispuestas a convertirse en bala viviente. Tan deprisa sale corriendo a apuntarse que el niño no sabe dónde ha ido su amigo.
Mientras a éste le contratan de inmediato y se prepara para la gran actuación, el niño le buscará por todas partes. Pasarán las horas y ambos empezarán a preocuparse por la ausencia del otro y desearán volver a estar juntos.
El momento estelar del pingüino había llegado, pero él ya no estaba tan seguro de querer volar. Deseaba que su amigo estuviera ahí, e incluso se preguntó si se habría dado cuenta de su ausencia.
Afortunadamente, el niño llegará a la pista del circo justo en el momento en que el pingüino está cayendo tras haberse lanzado a través del cañón, a tiempo para cogerle en sus brazos.
En casa nos gusta mucho Oliver Jeffers, de hecho nuestro hijo mayor ha descubierto lo que es ser fan a través de él. Nos encanta el estilo sencillo y a la vez muy expresivo de sus ilustraciones, un estilo que te atrapa y siempre te saca una sonrisa y nos llegan sus tiernas historias. Estos dos personajes, el niño y el pingüino, nos parecen entrañables y muy tiernos.
Arriba y Abajo es una bonita historia acerca de la amistad y la importancia de perseguir nuestro sueños. El niño apoya la decisión del pingüino sin reservas aún sabiendo que es imposible que su amigo consiga volar por si solo. Con optimismo, ambos afrontan primero un reto enorme y, después, asumen el relativo fracaso del pingüino, que debe admitir que no sólo no puede volar sino que realmente no le gusta, es decir, que a veces perseguimos nuestros sueños con mucho ahínco para luego darnos cuenta de que realmente no merecían tanto la pena.